jueves, 2 de abril de 2009

Somos millones y el mundo no es vuestro

Nunca he entendido las manifestaciones violentas porque, además de que siempre ganan los maderos, el establishment lo tiene perfectamente montado para desacreditarlas de partida. Cualquier reivindicación justa va al baúl de los recuerdos a la primera pedrada. Cuando hace años empezó el movimiento antiglobalización en Seattle, sólo los europeos nos enteramos de que miles de personas habían marchado por aquella ciudad reclamando un mundo más justo. A los yankees sólo les dieron imágenes de cien presuntos anarquistas destrozando escaparates. Cuando por aquí ocurre algo similar, el proceso es a la inversa. Todos los medios cubren a su sistema. La batalla por ese lado está perdida. Y me alegro. Porque si de algo carece la violencia es de imaginación, el recurso más demoledor que existe. Recuerdo los años de la insumisión. Las manifas, las broncas, los colegas que llevaban al trullo. Todo eso lo tenían bajo control. Lo que no tenían bajo control fue una foto que apareció en primera página de algún periódico y que colaboró en la desaparición de aquella puta mili bastante más que cien manifas. Salían dos maderos llevando en volandas a Tonino Carotone, entonces todavía Toñín, el rey del vodevil de Kojón Prieto y los Huajalotes. Lo llevaban cogiéndolo cada uno de una pierna mientras Toñín sonreía cínicamente con un sombrero vaquero, cigarro al morro y una camiseta de Marylin. Los maderos apenas podían contener el descojono. Aquello no era una foto, era un póster pacifista. Como la chavala aquella de otra manifa en Barcelona insinuándose con descaro a dos maderos con sus coletas a lo Pipi, un clavel entre los dientes y un cartelito que decía Somos millones y el mundo no es vuestro. Es el lema que hay que recordarles a los mandamases que se juntan en Londres para tratar de arreglar el desaguisado en donde nos han metido. Lo reclamamos con respeto pero con sombrero vaquero, cigarro al morro, camiseta de Marylin, coletas a lo Pipi y un clavel entre los dientes.

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