jueves, 6 de noviembre de 2008

Que Dios bendiga a los Estados Unidos de Ámerica

Me lo temía. Lo soltó. Fue quitarme las legañas, poner la tele para ver quién había salido elegido lehendakari global y escuchar al beltza la pavorosa frase con la que Jorge Guillermo Bush junior (cuanto te echaremos de menos los de la canallesca, little Gorka; como los bomberos echarían de menos al fuego si se acabara) solía iniciar cualquier bombardeo en cualquier lugar del planeta. Siempre he defendido que los EEUU son el país más libre de la tierra, porque es el único que no pueden invadir los yankees. Y eso que yo quería quitarme de un plumazo mi malsano escepticismo y creerme el cuento, aunque fuera un rato. Pero no. A la primera de cambio, que Dios bendiga a los Estados Unidos, que es una manera muy fina de decir que al resto les vayan dando mucho por el culo. Porque digo yo, que una vez que el Altísimo se pone a bendecir, será para todo dios, ¿no? De lo poco que sé de ese, en muchas cosas, gran país (a ver cuando los del derecho a decidir copian la democracia directa de los más de 150 referéndums sobre temas tangibles que se votaron el martes), la variación de un presidente demócrata a uno republicano suele tener efectos sobre la política local y ninguno sobre la exterior. Dos lo intentaron; el Kennedy, que ya sabemos como acabó, y Jimmy Carter que en su intento de reelección apoco no gana en Boston (que un demócrata no gane en Boston viene a ser como que Regina Otaola tenga un 70% de respaldo popular en el pueblo del que es alcaldesa). Pero me quedo con lo mundano, con las lágrimas de los negros más viejos, los que sufrieron el absurdo y levantaron aquella nación. Sólo por sus dignas lágrimas de quienes han sabido mantenerse siempre de pie, merece la pena todo lo de Obama. Porque en este mundo, sobramos los escépticos y necesitamos a los que creen. Y con ello, mi eterno guiño cómplice a mi tía Josefina, fallecida hace un año en Boston, y que con 90 seguía creyendo como una niña de 14 en un mundo más justo. Son mis primeras elecciones yanquis sin llamarle. Y eso jode. Ojalá Obama me quite de un plumazo mi jodido escepticismo.

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